Este año, por fin, hemos comenzado la Ruta de la Seda y lo hemos hecho desde el mismo corazón de esta legendaria ruta comercial: ¡Uzbekistán! Una experiencia extraordinaria en las que hemos descubierto auténticas maravillas en Khiva, Bukhara o Samarcanda, ciudades que conservan la atmósfera cautivadora de los tiempos de Marco Polo. A lo largo de 10 días increíbles hemos podido conocer ciudadelas del desierto, fortalezas de adobe en ruinas, madrazas adornadas de mosaicos y concurridos bazares. Venimos con la maleta llena de recuerdos imborrables, miles de ensoñaciones a Las mil y una noches y algo muy importante: interesantes recomendaciones lectoras que nos permitirán seguir investigando sobre esta evocadora ruta. ¡Echa un vistazo!
LA RUTA DE LA SEDA
UNA HISTORIA MILENARIA ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE
FRANCO CARDINI & ALESSANDRO VANOLI
ALMUZARA
La siempre evocadora historia de la Ruta de la Seda comienza en un remoto pasado y se prolonga durante siglos hasta el presente, donde tiene más fuerza que nunca. Hoy ese camino comienza a unir a países que aspiran a jugar un papel preponderante en el escenario mundial. Es difícil predecir cómo todo esto transformará Oriente y Occidente. Un camino, o más bien una red de caminos, un haz de rutas terrestres y marítimas por las que se han movido a lo largo de los siglos hombres, bienes y conocimientos desde el extremo oriental de Asia hasta el Mediterráneo y Europa. Romántica y reciente, la expresión «ruta de la seda» restituye el sentido de un vasto mundo, atravesado desde la Antigüedad por guerras y conflictos, pero también animado por el fervor de los intercambios comerciales, culturales y políticos. Especias, animales, cerámica, cobalto, papel y, por supuesto, la seda atravesaron las montañas y mesetas de este camino. Alejandría, Changan, Samarcanda, Bukhara, Bagdad, Estambul: son algunas de las etapas de un viaje milenario que llega hasta nuestro presente. Una obra que contempla siglos de relaciones comerciales y culturales comenzando con los primeros pueblos nómadas que se asientan en territorios sin límites, los albores del Imperio chino, la revolución global por los grandes descubrimientos geográficos, el colonialismo en Asia hasta centrarse en las actuales estrategias comerciales de China para redefinir la antigua Ruta de la Seda. «No de raíces, sino de orígenes, caminos y senderos narra La Ruta de la Seda. No era un camino real, trazado, definido, sino un conjunto de rutas terrestres y marítimas por las que, a lo largo de los siglos, han pasado y cruzado hombres, bienes, ideas, religiones, identidad, del Lejano Oriente a Europa, y viceversa». Silvia Moresi, (Istituto di Alti Studi SSML Carlo Bo de Bari). «Es difícil encontrar un volumen que en unas pocas páginas sea capaz de ofrecer una cantidad tan amplia de puntos de vista en múltiples campos del conocimiento». Mani Naeimi (Firenze University Press).
LA RUTA DE LA SEDA
THOMAS O. HOLLMANN
ALIANZA EDITORIAL
Utilizada desde la Antigüedad, la Ruta de la Seda acabó uniendo ya en el siglo I de nuestra era las ciudades costeras del Oriente Próximo con el lejano y casi fabuloso Imperio chino. Thomas O. Höllmann aporta en este libro una concisa y atractiva panorámica sobre más de dos mil años de historia en torno a esta mítica vía comercial que discurre a través de desiertos, cordilleras y estepas punteados de estaciones que el viajero avistaba con alivio, así como por ciudades magníficas, como Damasco, Bagdad o Samarcanda. Valor y codicia, caravasares, navíos, mercancías preciosas y exóticas -desde la seda, que le acabó dando nombre, a especias, maderas, marfil, conchas de tortuga y cuerno de rinoceronte- son sólo algunos de los motores que acabaron por hacer leyenda la extensa red de caminos erizados de peligros e incomodidades que la conforman. Marcada hoy por el petróleo y el opio, la Ruta de la Seda ha enriquecido, no obstante, a lo largo de los siglos no sólo el bolsillo de los mercaderes, sino también el espíritu de los viajeros que recorrían sus caminos, así como las numerosas y distintas culturas que atraviesa.
Utilizada desde la Antigüedad, la Ruta de la Seda acabó uniendo ya en el siglo I de nuestra era las ciudades costeras del Oriente Próximo con el lejano y casi fabuloso Imperio chino. Thomas O. Höllmann aporta en este libro una concisa y atractiva panorámica sobre más de dos mil años de historia en torno a esta mítica vía comercial que discurre a través de desiertos, cordilleras y estepas punteados de estaciones que el viajero avistaba con alivio, así como por ciudades magníficas, como Damasco, Bagdad o Samarcanda. Valor y codicia, caravasares, navíos, mercancías preciosas y exóticas -desde la seda, que le acabó dando nombre, a especias, maderas, marfil, conchas de tortuga y cuerno de rinoceronte- son sólo algunos de los motores que acabaron por hacer leyenda la extensa red de caminos erizados de peligros e incomodidades que la conforman. Marcada hoy por el petróleo y el opio, la Ruta de la Seda ha enriquecido, no obstante, a lo largo de los siglos no sólo el bolsillo de los mercaderes, sino también el espíritu de los viajeros que recorrían sus caminos, así como las numerosas y distintas culturas que atraviesa.
LA SOMBRA DE LA RUTA DE LA SEDA
COLIN THUBRON
PENINSULA
El viajero experimentado emprende la ruta. Cuarenta años atrás visitó algunos de los lugares, así que ciertos tramos del camino los conoce ya. Sí, le resultan familiares, pero a la vez distintos, pues los tiempos ahora son otros, otros los regímenes que los gobiernan, otros los terrores. Él también era una persona diferente. Desde Xi’an, en el corazón de China, a Antioquía, pasando por las montañas del Asia central, el norte de Afganistán y las llanuras de Irán, en autobús, tren, carro y camello, Colin Thubron busca en este libro el rastro de la que fue la mayor ruta terrestre del mundo, aquella gracias a la que llegaron a Occidente no sólo la seda, sino también el papel, la pólvora, el estribo o la brida. En total, Thubron cubre en su periplo más de once mil kilómetros en ocho meses a través de un enorme entramado de arterias que se separan y convergen a lo largo y ancho del continente asiático, creando con sus palabras una magnífica visión de un mundo antiguo expuesto a la agitación de la era moderna.
- CAMINOS DE SAMARCANDA
LA RUTA DE LA SEDA EN ASIA CENTRAL
AA.VV
ALTAIR REVISTA (2ª EPOCA). 2012
Naciones en busca de una identidad Atesora la magia de los grandes mitos: Tombuctú, Isfahán, Manaos, Mandalay, Ushuaia, Samarcanda… Sus puertas las atravesaron caravanas cargadas con objetos, riquezas, ideas y creencias, que fluyeron entre China y el Mediterráneo a lo largo de siglos. No cuesta imaginar el deleite de aquellos mercaderes después de la penosa travesía del desierto, o de remontar los aterradores pasos del Pamir y del Tian Shan. Pero Samarcanda fue solamente una cuenta en una larga ristra de ciudades que prosperaron al pie de la Ruta de la Seda: Kasgar, Osh, Qoqan, Merv, Mashad, Bagdad… Algunas sucumbieron al tiempo y a la violencia humana, que nos las arrebataron para siempre. Otras, en cambio, resistieron hasta que pudieron restaurarse. Hoy lucen rutilantes: Samarcanda, Bujara, Jiva… Esa cultura urbana se contrapone a la identidad nómada, ganadera, de otra parte de la población de Asia Central. En unos casos, debido a la avaricia de los páramos de Turkmenistán o Kazajistán. En otros, por la inclemencia de unas montañas que convocan a los pastores cuando llega el verano, pero los expulsan a los valles bajos en cuanto asoma el otoño. No se debe olvidar que Kirguistán y, sobre todo, Tayikistán tienen cumbres que superan los cinco, seis e incluso siete mil metros de altitud. Esos cuatro países, más Uzbekistán, se vieron abocados a una independencia no deseada en 1991, tras el desplome de la Unión Soviética. Entonces se respetaron las fronteras trazadas entre 1924 y 1936, ignorando cualquier criterio geográfico o cultural. Esas fronteras son un galimatías que envenena la convivencia entre vecinos. Seguramente los dirigentes rusos que se desprendieron de Asia Central ignoraban los tesoros que hay en su subsuelo: petróleo, gas, uranio, oro… Esas riquezas naturales nutren hoy las arcas de unos regímenes que gestionan sus naciones como si fuesen propiedades privadas, fincas particulares. Algunos erigieron ciudades fastuosas y estrafalarias, como Asjabad o Astaná, creadas para ensalzar al caudillo de turno. Ninguno parece preocupado por el futuro ambiental de unos países que afrontan desafíos ecológicos muy graves, como prueba la pavorosa belleza dejada en el paisaje por el retroceso del mar de Aral. Agradecemos a Germán Aguilar, Víctor Molero, Marc Morte y Sebastian Stride su generosa ayuda durante la preparación de este número dedicado a Asia Central.